1 El bluf de buscarse a uno mismo
jueves, 21 de julio de 2016

Buscarse a sí mismo. Es quizás de las actividades autoeróticas que más nos excitan. Ya sea en versiones cursis, capitalistas zen o de barroquismos intelectuales, amamos la idea de que exista un saber sobre nosotros mismos, uno que, con ilusión, presuponemos de alto interés para la humanidad. Tanto así que estamos dispuestos a pagar por ello: los más perezosos, para que alguien les dé una respuesta envuelta; otros, más temerarios, invierten su dinero en las tecnologías que prometan llegar a esa iluminación.

El ideal del sí mismo está alimentado por la tensión que nos provocan las relaciones nada fáciles con nuestra especie. Cotidianamente nos enfrentamos a la tarea de maniobrar entre nuestro egoísmo y la necesidad de ser amados (que nos obliga a renunciar al egoísmo), encontrando equilibrios precarios, en que muchas veces sentimos que fingimos para ser estimados, sobre todo con aquellos a los que sobrevaloramos y ante quienes no podemos comportarnos más que como estúpidos. Es esa impresión de estar simulando la que nos lleva a construir la ficción de que habría algo así como un verdadero Yo, uno genial y poderoso que estaría esperando para tomar protagonismo.

Pero ya lo decía Freud: "El Yo no es el patrón en su propia casa", y cada vez que intentamos definir algo de nosotros mismos, en la curva siguiente chocamos con nuestras contradicciones y dudas. Porque más allá de nuestros discursos conscientes, existe ese lado opaco del deseo que nos empuja en direcciones que sólo vemos de reojo. Y esa verdad, la de que no hay verdad en las afirmaciones de nuestros discursos oficiales y certezas pretenciosas, la sabemos todos; puede que no sepamos verbalizar esa suspicacia, pero la intuimos siempre. Lo que pasa es que la reconocemos en los otros, a quienes con cierta facilidad acusamos de falsos. Respecto de nosotros mismos, insistimos en la cantinela de la fe en que sí hay, en algún lugar de nuestra carne, una esencia bella y libre de toda alienación.

Tal c...

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