Jeffrey Sachs
martes, 27 de agosto de 2013

Es muy activo en su reivindicación de la cancelación de la deuda exterior a los países pobres. Apareció en la lista de las 100 personas más influyentes del mundo de la revista Time. En 1993 la revista New York Times lo citó como "probablemente el economista más importante del mundo". En 1997 Le Nouvel Observateur lo citó como "uno de los cincuenta líderes más importantes de la globalización". Sachs escribe habitualmente en The New York Times, Financial Times de Londres y en The Economist



En gran medida, nuestros sistemas políticos y la política global no están preparados para los retos reales del mundo actual. El crecimiento económico global y el aumento de las poblaciones están presionando como nunca antes al ambiente físico y estas presiones a su vez están causando retos sin precedentes a nuestras sociedades. No obstante, los políticos conocen muy poco estas tendencias. Los gobiernos no están organizados para hacerles frente. Y las crisis que son fundamentalmente de índole ecológica se manejan con estrategias obsoletas de la guerra y la diplomacia.

Consideremos, por ejemplo, la situación en Darfur, Sudán. Este horrible conflicto se está abordando con amenazas de fuerza militar, sanciones y en general con el lenguaje de la guerra y el mantenimiento de la paz. Sin embargo, el origen indudable del conflicto es la extrema pobreza de la región que empeoró desastrosamente durante los años 80 debido a una sequía que, esencialmente, ha durado hasta nuestros días. Tal parece que el cambio climático de largo plazo está llevando a una menor pluviosidad no sólo en Sudán sino también en gran parte de África inmediatamente al sur del Desierto del Sahara –un área en donde la vida depende de las lluvias y en donde la sequía significa la muerte.

Darfur está atrapado en una trampa mortal inducida por la sequía pero a nadie se le ha ocurrido que valga la pena abordar la crisis de Darfur desde una perspectiva de desarrollo de largo plazo en lugar de una perspectiva de guerra. Darfur necesita más una estrategia del agua que una estrategia militar. Sus siete millones de habitantes no pueden sobrevivir sin un enfoque nuevo que les dé oportunidad de cultivar y de dar de beber a sus animales. No obstante, todas las pláticas en Naciones Unidas tratan sobre sanciones y ejércitos y no se vislumbra un camino que conduzca a la paz.

La presión sobre el agua se está convirtiendo en un obstáculo importante para el desarrollo económico en muchas partes del mundo. La crisis del agua en Gaza es causa de enfermedades y de sufrimiento entre los palestinos y es una de las principales fuentes de las tensiones subyacentes entre Palestina e Israel. Una vez más, en la región se gastan miles de millones de dólares en bombardeos y destrucción mientras que prácticamente no se hace nada con relación a la crisis creciente del agua.

China y la India también van a enfrentarse a mayores crisis del agua en los años que vienen, con consecuencias potencialmente terribles. El despegue económico de estos dos gigantes se inició hace cuarenta años con la introducción de mayores producciones agrícolas y el fin de las hambrunas. Sin embargo, parte de ese aumento de la producción agrícola se derivó de los millones de pozos que se excavaron con el fin de aprovechar el agua subterránea para la irrigación. Ahora, el nivel freático está bajando a un ritmo peligroso ya que el agua subterránea se extrae mucho más rápido de lo que tardan las lluvias en reponerla.

Además, aparte de los patrones pluviales, el cambio climático está alterando el flujo de los ríos, ya que los glaciares que proveen una cantidad enorme de agua para la irrigación y el uso doméstico se están derritiendo rápidamente debido al calentamiento global. La nieve de las montañas se derrite más temprano que de costumbre durante la estación, por lo que se dispone de menos agua de río en los veranos cada vez más largos. Por todas estas razones, la India y China están experimentando serias crisis de agua que es probable que se intensifiquen en el futuro.

Para Estados Unidos también hay riesgos. Los estados del medio oeste y del suroeste han experimentado una prolongada sequía que bien podría ser el resultado del calentamiento de largo plazo, y los estados donde hay granjas dependen mucho del agua de una enorme reserva subterránea que se está acabando debido a la sobreexplotación.

Del mismo modo en que las presiones sobre la oferta de petróleo y gas han elevado los precios de la energía, las presiones ambientales podrían ahora elevar los precios de los alimentos y el agua en muchas partes del mundo. Debido a las ondas cálidas, las sequías y otras presiones sobre el clima que ha habido este año en Estados Unidos, Europa, Australia y otros lugares, los precios del trigo se están disparando a sus niveles más altos en décadas. Así, las presiones ambientales están golpeando las utilidades –y afectando los ingresos y los medios de subsistencia en todo el mundo.

Con el aumento de las poblaciones, el crecimiento económico y el cambio climático, nos enfrentaremos a la intensificación de sequías, huracanes, tifones, fenómenos de El Niño, presiones sobre el agua, ondas cálidas, extinciones de especies y más. Los temas "blandos" del medio ambiente y el clima se convertirán en los temas duros y estratégicos del siglo XXI. Sin embargo, nuestros gobiernos y nuestra política mundial apenas reconocen esta verdad fundamental. A las personas que hablan del hambre y las crisis ambientales se les considera "moralistas" estúpidos frente a los "realistas" prácticos que se ocupan de la guerra y la paz. Eso es una tontería. Los llamados realistas simplemente no entienden las fuentes de las tensiones y presiones que están conduciendo a un número creciente de crisis en todo el mundo.

Todos nuestros gobiernos deberían establecer ministerios de desarrollo sostenible dedicados de tiempo completo a manejar los vínculos entre el cambio ambiental y el bienestar humano.

Todos nuestros gobiernos deberían establecer ministerios de desarrollo sostenible dedicados de tiempo completo a manejar los vínculos entre el cambio ambiental y el bienestar humano. Los ministerios de agricultura por sí solos no podrán lidiar con las carencias de agua a que se enfrentarán los agricultores. Los ministerios de salud no podrán manejar el aumento de las enfermedades contagiosas debido al calentamiento global. Los ministerios de medio ambiente no podrán enfrentarse a las presiones sobre los océanos y los bosques o a las consecuencias de fenómenos climatológicos extremos como el huracán Katrina el año pasado o el tifón Saomai este año –el peor que ha afectado a China en muchas décadas. Un nuevo y poderoso ministerio debería encargarse de coordinar las respuestas al cambio climático, las presiones sobre el agua y otras crisis de los ecosistemas.

A nivel global, los gobiernos del mundo deberían entender de una vez que los tratados que han firmado en años recientes sobre el clima, el medio ambiente y la biodiversidad son por lo menos de igual importancia para la seguridad global que todas las zonas de guerra y lugares conflictivos que se llevan los titulares, los presupuestos y la atención. Al concentrarse en los retos subyacentes del desarrollo sostenible, nuestros gobiernos podrían acabar más fácilmente con las crisis actuales (como la de Darfur) y evitar muchas otras en el futuro.

Nota

Tomado de http://www.ecoportal.net/



NUEVA YORK – Una visita reciente a Turquía me hizo pensar otra vez en sus enormes éxitos económicos de la última década. El país viene manteniendo un veloz crecimiento económico, la desigualdad está en disminución y hay un auge innovador.

Los logros de Turquía son aún más notables cuando se piensa en su situación geográfica. Al oeste están Chipre y Grecia, países ambos en el epicentro de la crisis de la eurozona. Al sudeste se encuentra Siria, un país desgarrado por una guerra que ya expulsó a casi 400.000 refugiados a Turquía. En el este están Irak e Irán. Y al noreste, Armenia y Georgia. Sería difícil hallar en todo el mundo un vecindario más complicado.

Sin embargo, Turquía logró hacer grandes progresos en medio de esta región convulsionada. Tras la marcada caída de 1999-2001, la economía ha sostenido una media de crecimiento del 5% anual desde 2002 a 2012. El país se mantuvo en paz a pesar de las guerras regionales. Aprendió las lecciones del colapso bancario de 2000-2001 y logró que sus bancos se sustrajeran al ciclo de altibajos de la década anterior. La desigualdad está en disminución. Y el partido gobernante ganó tres elecciones generales consecutivas, logrando en cada una de ellas una proporción mayor del voto popular.

El auge de Turquía no tiene nada de llamativo. No se basa en burbujas o hallazgos de recursos, sino en fundamentos económicos. De hecho, Turquía no tiene reservas de gas y petróleo como las de sus vecinos, pero esta carencia la compensa con la competitividad de su industria y sus servicios. El turismo por sí solo atrajo a más de 36 millones de visitantes en 2012, lo que convierte a Turquía en uno de los principales destinos turísticos del mundo.

Para ver la fortaleza de estas bases, basta una breve estadía en Ankara. El aeropuerto, las autopistas y otras infraestructuras son de primer nivel; una red ferroviaria interurbana de alta velocidad conecta a Ankara con otras partes del país. Gran parte de la ingeniería avanzada es desarrollo local. Las empresas de construcción turcas son competitivas internacionalmente y ganan cada vez más licitaciones en Oriente Próximo y África.

También las universidades turcas están en ascenso. Ankara se ha convertido en un centro de educación superior que atrae a estudiantes de África y Asia. Muchos programas de primer nivel se dictan en inglés, lo que garantiza que Turquía seguirá convocando a cada vez más estudiantes de todo el mundo. Y desde sus universidades surgen cada vez más empresas de tecnología avanzada en campos como la aviación, la informática y la electrónica avanzada, entre otros.

Hay que destacar también las cuantiosas inversiones que Turquía comenzó a hacer en tecnologías sostenibles. El país posee abundantes energías renovables (eólica y geotérmica, entre otras) y es muy probable que se convierta en un exportador global de innovaciones de avanzada en tecnología ecológica.

Las plantas de tratamiento de residuos de un país no suelen ser atractivos turísticos, pero el novedoso sistema integrado de gestión de residuos urbanos de Ankara se ganó la atención de todo el mundo, y con razón. Hasta hace pocos años, la ciudad volcaba sus residuos en un relleno maloliente e insalubre, que ahora, mediante el empleo de tecnología de avanzada, se convirtió en un área verde.

Cada día, la empresa de gestión de residuos privada ITC recibe miles de toneladas de residuos municipales sólidos y los clasifica en dos grupos: materiales reciclables (plástico, metales) y desechos orgánicos. Estos últimos se procesan en una planta de fermentación que produce compost y metano, el cual se usa para generar electricidad en una planta de 25 megavatios. La electricidad se inyecta en la red de energía de la ciudad y el calor de las chimeneas se transfiere a invernaderos que producen tomates, fresas y orquídeas.

La diversificada e innovadora base industrial, constructora y de servicios de Turquía le rinde grandes beneficios, en un mundo en el que las oportunidades comerciales están trasladándose de los Estados Unidos y Europa Occidental a África, Europa del Este, Oriente Próximo y Asia. Turquía supo aprovechar bien estas nuevas oportunidades y cada vez exporta más a las economías emergentes del sur y del este, en vez de a los mercados de altos ingresos de Occidente. Es una tendencia que se mantendrá, conforme África y Asia se convertirán en importantes mercados para las empresas turcas de construcción, informática e innovación en tecnología ecológica.

La pregunta es ¿cómo lo hizo? En primer lugar, el primer ministro Tayyip Erdoğan y su equipo económico (dirigido por el vice primer ministro, Ali Babacan), decidieron atenerse a lo básico y adoptar una mirada de largo plazo. Erdoğan asumió el poder en 2003; tras años de crisis bancarias e inestabilidad en el corto plazo, el país había tenido que pedir la ayuda del Fondo Monetario Internacional para un rescate de emergencia. Erdoğan y Babacan aplicaron una estrategia gradual consistente en reconstruir el sector bancario, controlar el presupuesto y mantener un programa continuo de grandes inversiones en las áreas que cuentan: infraestructuras, educación, salud y tecnología.

Además de eso, también ayudó la habilidad diplomática. En una región de extremismos, Turquía se mantuvo fiel a una postura moderada. A las principales potencias de su vecindario las trató siempre con actitud abierta y diplomacia equilibrada (en la medida de lo posible), lo que la ayudó no solamente a mantener el equilibrio interno, sino también a ganar mercados y conservar aliados, sin el lastre y los riesgos de una geopolítica divisoria.

Por supuesto que no está garantizado que Turquía pueda mantenerse para siempre en esta senda de crecimiento acelerado. Cualquier combinación de crisis (la eurozona, Siria, Irak, Irán o el precio internacional del petróleo) podría provocarle inestabilidad. Si hubiera otra crisis financiera global, el ingreso de capitales a corto plazo podría verse afectado. Y un vecindario peligroso supone siempre riesgos ineludibles; pero a lo largo de la última década, Turquía se ha mostrado notablemente capaz de superarlos.

Además, persiste todavía un desafío prioritario: elevar la calidad educativa y los resultados de los estudiantes, especialmente las niñas y las mujeres. Afortunadamente, el gobierno reconoció claramente este desafío y lo está encarando a través de reformas educativas, mayor inversión e introducción de las nuevas tecnologías de la información en el aula.

Los éxitos de Turquía hunden sus raíces en la capacidad de sus gobernantes y en las habilidades de su gente, reflejo de décadas de inversión y de siglos de historia que se remonta a los tiempos del Imperio Otomano. No se puede pedir que otros países copien esos logros, pero sí pueden aprender una lección que muy a menudo se olvida en este mundo de “estímulos”, burbujas y cortoplacismo: para lograr crecimiento a largo plazo se necesitan prudencia monetaria y fiscal, voluntad política de regular a los bancos y la colaboración decidida del sector público y el privado para invertir en infraestructuras, capacitación y tecnologías de avanzada.

#globalizacion

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