Paz en el hogar
lunes, 03 de febrero de 2025

He titulado «Paz en el hogar» la entrada de ayer, del lunes, sin tener en cuenta la cantidad de horas que Raquel dedicó a atender a su nuevo Jefe, al Javi, el que sustituye a Claudia, la asturiana con la que la nena se entendía a las mil maravillas -o a las 500-. El nuevo tiene pinta ser un telefónico de la vieja escuela, del perfil de los competentes y experimentados; me ha mostrado un video en el que habla de los trabajos que han llevado a cabo en la zona valenciana a cuenta de la última riada, y se percibe un discurso coherente y racional, y no intuye carga de agresividad o prepotencia o ignorancia, o una combinación de todas ellas, lo cual ya es mucho; pero se verá. De momento a Raquel ayer la tuvo trabajando hasta última hora, incluyendo una multi que comenzó a las cinco de la tarde y terminó casi a las siete -adiós a su clase de baile con las "autoridades sanitarias"-.
Dejando a un lado los avatares telefónicos de mi amor, el día ha estado presidido por la calma y el descanso. He cocinado un plato combinado a base de coles de Bruselas -nos ha dado fuerte por ellas-, espinacas a la sartén -tras retirar las coles ya hechas, en el wok he volcado una bolsa de espinacas para aprovechar el calor y los aromas y han estado hechas en un pispás-, y unos filetes de pechuga a la plancha -planchados por la nena-. Una comida de diez, saludable y digestiva.
Las compras del día me han llevado al LIDL. Esta mañana hemos estado criticando la deficiente calidad de los productos que nos venden últimamente en la frutería; una calidad a la baja, alarmante e inesperada. Me apena pensar en limitar mucho las visitas a Eguskiñe y a Jose, pero es lo que hay, yo les visito para comprar alimentos y si los alimentos no son de calidad pues...
En fin, que al LIDL que me fui. Compras clásicas: latas de conservas, jabón de lavadora, leche fresca, verduras, cervezas Alhambra y una de tinto y otra de blanco. Las obras del nuevo ascensor funicular van, a un ritmo que no sé definir por falta de conocimientos y experiencia. En la calle hace frío, pero no llueve. Estoy un poco tocado de la hernia -o lo que quiera dios que sea- y me obligo a llevar un ritmo muy bajo de actividad, pero lo medio cumplo, el menú que he elegido me exige dedicar largos ratos en pie ante la encimera preparando las verduras -deshojar las coles y despuntar las espinacas, una a una ambas, un trabajo lento y paciente, una labor que me agrada pero que me cansa-.
A eso de las doce y media tengo todo listo para comenzar el cocineo, que tengo previsto que arranque a eso de la una y media o así. En ese lapso de relax me apalanco en la butaca, me tapo con la mantita y me distraigo con el móvil, a mi estilo característico. Se disfruta mucho ese rato. La sala ha cambiado a mejor, hay más luz -ahora tenemos dos ventanas nuevas-; el muchacho descansa en su cuevita y yo le hago fotos y las distribuyo por el WhatsApp; y a Raquel le cierro el despachito para no molestarla con mi cháchara alocada. Todo eso hasta la una y media.
Comemos, y hay que decir que muy bien. Nuestro método de cocinar las coles es perfecto, me resultan una exquisitez; podría comer coles todos los días sin problema. Al terminar el receso alimenticio del mediodía Raquel reanuda su actividad donde la dejó; está intentando que la IA le eche una mano para generar una presentación que le ha pedido Javi -anda en ello con el Copilot y el Gémini, pero sin lograr un resultado aceptable-. Yo ocupo mi lugar en la butaca y doy inicio a la sobremesa y a la siesta; pruebo a ver la secuela de Alien y al poco lo dejo porque es una auténtica mierda -es lo que hay-.
A media tarde llega paquete de Amazon con los visillos que compramos hace un par de días para ampliar las posibilidades de los que ya cuelgan ante las ventanas; pero al desembalarlos comprobamos que no son del mismo tipo y que han de ser devueltos -pendiente para hoy-.
Y así, en plan tranquilo, hasta la cena. Raquel da por terminada su jornada laboral pasadas las siete: está agotada y cabreada. En fin, normal. Raquel me pide tortilla francesa de chorizo y la complazco; cenar y a la cama a ver algo: una serie inglesa bastante siniestra y diabólica -luego busco cómo se llama- que no sé si seguiré viendo porque tiendo a soñar y paso mucho mieditis -esto es en serio-.

#visillos - #JefeJavi

© Zalberto | junio - 2025